El año pasado nuestro país duplicó la venta de armas a otros paises, mas de 800 millones de euros, nada despreciable. No se si ese dinero servirá para comprar nuestra conciencia.
Lo peor es que, como denuncia Greenpeace y Amnistía Internacional, parte de ese armamento corresponde a bombas de racimo.
Estas bombas tan divertidas dispersan sobre un área un conjunto de bombas mas pequeñitas, aún mas divertidas, que en ocasiones no explotan. Esto permite que la diversión no acabe y que tiempo después alguien se encuentre con una de ellas y acabe o muerto, o mutilado. Evidentemente ese alguien es un civil, probablemente un niño, que haciendo lo que es propio de su edad, o sea jugando, encuentra la muerte.
Las bombas de racimo son a todos los efectos minas antipersona, algo que se supone que hemos dejado de fabricar virtud a la firma del tratado de eliminación de minas antipersonales por parte de nuestro país. Pero evidentemente, los comerciantes de la muerte aprovechan cualquier resquicio para seguir vendiéndolas.
Es el gobierno el que permite la fabricación y venta de este tipo de armas, pero todos somos culpables directa o indirectamente de estas muertes.
¿Alguien en su sano juicio puede permitir que álguien en su nombre venda lo que puede provocar la muerte de gente inocente? ¿Nos parecería bien que nuestro ejército usara este tipo de armas contra otras personas? ¿Nos gustaría que otro ejercito las usara contra nosotros?
jueves, septiembre 13, 2007
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1 comentario:
A ver cuándo nos preguntan nuestros representantes políticos...
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